Desde siempre estaba en la ventana, desde siempre le recuerdo allí, todas las mañanas le veía mirarme desde su piso y cuando volvía del colegio estaba otra vez ahí, creo que nunca nos encontramos cara a cara pero pero teníamos una relación mucho más especial, sin ningún tipo de contacto, debía tener más de setenta años y creo recordar que iba en silla de ruedas, ya era una costumbre cruzar la calle, mirar hacia arriba y sonreír siempre igual.
Un día mire hacia arriba, era un día soleado,de verano, de mis últimos días de clase y vi las cortinas corridas, tuve un mal presentimiento y decidí no ir a clase me quede toda la mañana sentado en un banco, justo enfrente de la fachada de su casa. Justo cuando pensé en volverme a casa oí ruido por las escaleras, quizá le bajaran a dar un paseo pensé ilusionado. Pero no, lo que bajo por la escalera fue un féretro, acompañado de dos o tres empleados de una funeraria y de una chica que debía ser su familiar.Corrí a preguntarla, tal vez no fuera el, ella entre lágrimas me pregunto de que lo conocía,se lo conté, cojió su bolso, saco una carta me la dió y se fue. Espere a llegar a mi casa para abrir la carta eran dos lineas escritas por una mano temblorosa: “Gracias por sonreirme cada mañana eras lo único que me daba fuerzas para aguantar un día más”